miércoles, 4 de mayo de 2011

El tobogán

Ya comienzo a notar
una aceleración ajena de los años.
No digo que presienta la vejez 
(aunque la veo)
ni inventaré precoces experiencias.
Es algo diferente:
un vislumbre borroso, una antesala
del tobogán, siempre más corto
de lo que le niño desearía
y más veloz de lo que el hombre espera.

Si ya he dejado atrás al niño
(quizá lo cargo a hombros)
hoy tengo frente a mí al hombre que seré.
Soy, como dicen, joven, y no obstante
ya comienzo a notar esta aceleración
extraña, que no es mía, que es del tiempo
y planea arrastrarme, sin consultar conmigo,
hasta un parque de arena y hierba seca
donde, obligado a ser el niño que dejé,
subo la escalerilla y caigo
al encuentro del hombre que me espera,
familiar, con los brazos abiertos.



Andrés Neuman