martes, 10 de septiembre de 2013

Patio de locos

el celador es hombre de palabras adentro
se acostumbró hace años a charlar con la noche
con el pasillo feo la radio los mosquitos
(eso es preferible reflexiona
que escuchar los delirios de muñecos drogados)
conoce lo que opinan los enfermeros de él
no es idiota ni sordo (aunque querría)
¿sabrán ellos
esos putos autómatas babosos
el trabajo que cuesta una familia
cuidar no que te cuiden oler la mierda ajena
dormir en una silla no vivir en un sueño
tener muy claro que no hay nada más
que lo que ven los ojos?
¿que lo real es esto esta basura?
si al menos la enfermera me diese su teléfono

Andrés Neuman


martes, 7 de mayo de 2013

Hablar solos

I

Eso fue lo que me enamoró de él: que además de las palabras, maneja los silencios. Hay hombres que hablan genial, conozco a muchos. Pero casi ninguno sabe callarse. La mayoría de mis amigas identifica al tipo duro con el tipo silencioso. Me parece un malentendido cinematográfico. Las peores rudezas masculinas que he presenciado han sido insoportablemente verbales. En voz bien alta.
Él sólo me mira y, de vez en cuando, esboza una sonrisa. Diría incluso que hay cierto amor en ese silencio suyo. Porque hacerse compañía no consiste en presenciar grandes momentos. La verdadera compañía es lo otro. Compartir un sincero no hacer nada.
Lo irresistible es su convicción. Que me empuja a ignorar mis propios defectos. Eso es fundamental en la cama con un hombre. No lo que yo vea en su cuerpo: lo que él logre que yo vea en el mío. Con él me adoro.



II

Quizá sin darnos cuenta, vamos buscando los libros que necesitamos leer. O los propios libros, que son seres inteligentes, detectan a sus lectores y se hacen notar. En el fondo todo libro es el I Ching. Vas, lo abres y ahí está, ahí estás.

Historias, historias, historias. Refugios, desvíos, atajos. Mis nervios se calman con la lectura. Falso. No se calman: cambian de dirección.

Siempre he creído que los libros, todos, hablaban de mi vida. Cuando un libro me dice lo que yo quería decir, siento el derecho a apropiarme de sus palabras, como si alguna vez hubieran sido mías y estuviera recuperándolas. La más simple estudiante, cuando se enamora, tiene a Shakespeare o a Keats para hablar por ella... digamos Garcilaso, Bécquer, Neruda,…


III

Existen dos tipos de alienación: la del trabajador explotado y la del trabajador de vacaciones. El primero no puede pensar, le falta tiempo. El segundo sólo puede pensar, y esa es su condena.
Yo no paro de pensar ni siquiera dormida. Mi estado habitual es esta mezcla de falta de descanso e incapacidad para descansar. Así que escribo. Busco responsabilidades porque no puedo hacerme responsable de mí. Hacer para no pensar, para no pensar qué hacer.

Andrés Neuman

sábado, 4 de mayo de 2013

La mecánica del corazón


Y entonces ocurre: me enamoro. Pero… no sé nada del amor, de cómo proceder. Sólo sé que cuando beso, prefiero tener los ojos cerrados.

¿Qué tiene esta muchacha que me provoca estos sentimientos? ¿Cómo es posible que una pequeña muchacha pueda desajustarme el reloj con más intensidad que un asesino? ¿Con qué? ¿Con sus ojos, su mirada turbadora?

No quiero meterla en una jaula, sólo querría darle un poco más de confianza en sí misma. Y que tenga ganas de abrazarme. Demostrarle que yo no soy los hombres. Pero quién soy yo para eso. En lo profundo de mis soledades nocturnas, donde el miedo y la duda rivalizan con el deseo, yo también he arruinado mi propia confianza. La idea de que me rechace me aterroriza… o es miedo a ganar. ¿De qué tengo miedo? De ti, en fin, de mí sin ti.

Estoy agotado de tanto pensamiento negativo. 


Si tienes miedo de hacerte daño, aumentas las probabilidades de que eso mismo suceda. ¡Sé imprudente y, sobre todo, entrégate sin reservas! Pero ten en cuenta una cosa: cuanto más intensamente ames, más intenso será el dolor futuro. Conocerás la angustia de los celos, de la incomprensión, la sensación de rechazo y de injusticia. 


¿Me atreveré a hablarte? Intento decirte algo, pero las palabras permanecen mudas en mi garganta. A veces me gusta el modo que tenemos de no hablarnos. Porque tú también me hablas, ¿verdad? ¿O no? ¡Dios! Siempre se produce un momento patético pero agradable en el que pienso que mis sueños pueden hacerse realidad. En ese momento creo en lo imposible. ¿No habré mezclado demasiado mis sueños con la realidad?

Soy consciente de que tengo rincones en mi corazón que permanecerán cerrados para siempre. Es la parte más sensible de mi cuerpo. No soporto que nadie lo toque. Tengo demasiados recuerdos. Necesito sanarlo con charla y cariño.


Te pasas el tiempo curando a la gente, pero ahogas mis heridas en el alcohol de tus propias lágrimas. Pero no hay que beber nunca cuando uno está en estado normal, en ese caso ya no se logra estar contento sin beber y se forma un círculo vicioso y uno ya no para de llorar para poder beberse las lágrimas. Las penas amorosas pueden transformar a la gente en monstruos de tristeza.

Te hace falta o bien amor, o bien tiempo… pero mucho tiempo.


Mathias Malzieu


miércoles, 14 de septiembre de 2011

El pajarito blanco

Aquellos fantasmas me hacían sudar en la cama, aunque apenas me inquietaban durante el día. Se me ocurrían las ideas más maravillosas y encantadoras para mi triste libro. Además, siempre me llegaban a primera hora de la noche, cuando aún no me había dormido del todo. Pero en cuanto me levantaba de la cama, desaparecían y echaban a volar como pájaros asustados. Retazos inconexos que depositaba en mi cuaderno rojo. 

¿Os habéis dado cuenta de la forma de contar un cuento? Primero, yo se lo cuento a él, luego él me lo cuenta a mí; nuestra manera de entenderlo es muy distinta. Luego se lo vuelvo a contar, pero con sus añadidos, y luego él hace lo mismo, hasta que llega un momento en que no se sabe si el cuento es mío o suyo. Esa era mi manera de escribir. Cuentos sin moraleja.

Como aquel pensamiento… y pensarlo ya es tan bueno como tenerlo. 

"Ojos que me miran y dicen jamás, nariz que me dice ¿por qué no? Y una boca que me confiesa: si pudieras…" 



Ya he hecho un viaje demasiado rápido desde los pensamientos efímeros a la inquietud. Puede que estos recuerdos solo sean un viejo truco.

Es posible que yo me hiciera demasiadas preguntas. Quizá por esa razón la perdí. Se cansó de mí en cuanto me llegó a conocer bien. Les pasa a todas, ¿sabéis? Debí de tener una infancia muy solitaria por mi ignorancia en cuestiones amorosas. 

El caso es que con el tiempo algunos hombres aprendemos humildad; y yo he acumulado en mi interior un enorme deseo de afecto y no tengo a nadie a quién ofrecérselo. Me han rechazado, como un saco de cartas de amor que te devuelven sin tener ningún regazo donde arrojarlas. Las escribí para otra mujer, y, sin embargo, espero que encuentres en ellas algo acerca de tí.


James Matthew Barrie

martes, 6 de septiembre de 2011

Kafka en la orilla

Sus verdaderos sentimientos, si es que los tenía, no los mostraba jamás. Hablaba poco, solía dejar hablar a su interlocutor. Y, cuando decía algo, no soltaba más que una frase.  No estaba acostumbrado a abrirle su corazón o a explicarle sus sentimientos a nadie. Porque, ya se sabe: cuesta mucho decir las cosas que importan de veras. Y también es difícil distinguir la realidad de los sentimientos.

Estaba acostumbrado a la soledad. Es difícil juzgarse a uno mismo, pero tenía claro que una cosa es ser tonto, y algo muy distinto, estar loco. No se trata de ser inteligente o no. Él no lo era demasiado. Sólo que tenía sus propias ideas. Porque, ¿sabes?, si intentas pensar por ti mismo, te quedas solo.

No era fuerte, ni tampoco independiente. Sólo que la realidad le había empujado, a la fuerza, hacia delante. Tampoco había tenido amigos durante muchísimo tiempo. Aparte de los recuerdos. Pero los recuerdos nunca sabes hasta cuándo vas a tenerlos, y tampoco, ya de por sí, lo sólidos que son.

Pero, ¿por qué era así? Son las cualidades, no los defectos, las que arrastran al hombre a la tragedia.

Con niños que tienen talento y, justamente porque lo tienen, los adultos que los rodean les van poniendo el listón cada vez más alto. Y suele pasar que esos niños, agobiados por los problemas reales que les planten, vayan perdiendo regularmente el entusiasmo y la alegría lógicos ante la meta superada. Los niños que se encuentran en esos ámbitos pronto acaban encerrándose en sí mismos, escondiendo sus emociones genuinas. Y hace falta mucho tiempo y esfuerzo par lograr abrir de nuevos sus corazones. La mente de los niños es muy maleable y se puede moldear de muchas maneras. Pero una vez que se ha moldeado y endurecido cuesta mucho volver atrás. En la mayoría de los casos es imposible.

Podría decirse que su vida se detuvo a los veinte años, quizá mucho antes. Las agujas del reloj sepultado dentro de su alma se detuvieron justo alrededor de aquel punto. Por supuesto, el tiempo fuera de su alma ha seguido su marcha. Y es que en la vida de los hombres hay un punto a partir del cual ya no podemos retroceder. Y, en algunos casos, existe otro a partir del cual ya no podemos seguir avanzando. Y, cuando llegamos a ese punto, para bien o para mal, lo único que podemos hacer es callarnos y aceptarlo. Y seguir viviendo de esta  forma.


Con el tiempo, el hecho de escribir había sido importante. Aunque para él, lo que había escrito, como resultado, no tuviera ningún sentido. En cuanto la historia se complicaba un poco, iba y ponía pies en polvorosa. Nunca consiguió llevar nada hasta el final. Ése fue su problema. Y nadie quiere leer un libro que no tenga conclusión, ¿verdad?

Sin embargo, hay obras que poseen cierto tipo de imperfección que cautiva el corazón de las personas justamente por eso, por ser imperfectas. Bueno, como mínimo el corazón de cierto tipo de personas. Y eso se debe a que esa obra posee un poder de atracción del que carecen otras obras perfectas.



Tú has descubierto esa obra. O, dicho de otra manera, esa obra te ha descubierto a ti.

Al final, todo pasó de largo como una exhalación, sin dejar nada atrás. Sólo las cicatrices de las cosas que  habías despreciado o echado a perder. Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando esto en forma de recuerdos.

Y sin embargo, no se han disipado ni tu miedo ni tu ira ni tu inseguridad. Siguen dentro de ti, torturando sin cesar tu corazón. Estás perdido en el laberinto del tiempo. Y el problema más grave es que tú no tienes ganas en absoluto de encontrar la salida.


Haruki Murakami

martes, 2 de agosto de 2011

Tokio blues (Norwegian wood)

¡Hay tantas cosas que quiero contarte, tantas cosas que quiero expresarte! Pero no sé como plasmarlas por escrito. Cuando intento decir algo, sólo se me ocurren palabras que no vienen a cuento o que expresan todo lo contrario de lo que quiero decir. Y, si intento corregirlas, me lío aún más, y más equivocadas son las palabras, y a final acabo por no saber qué quería decir al principio. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito. Lamento no poder explicarme mejor, pero creo que tú sabrás comprender lo que trato de decir. Tal vez eres la única persona capaz de comprenderlo.


Pienso en el tiempo perdido. La memoria es algo extraño. Conservo un decorado sin personajes… recuerdos incompletos… imperfectos.
Aquel chico vivía llevando a cuestas su particular infierno. Tenía un humor variable. Por ejemplo, tan pronto hablaba por los codos como estaba deprimido. Pese a tener muchas virtudes, nunca confió en sí mismo. ¿Acaso hay algún ser humano que no dude y no se sienta herido? Pero no llegó a comprender que lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales.

En las noches de insomnio me asaltan diferentes imágenes suyas. No puedo evitar que acudieran a mi memoria. En mi corazón se han acumulado demasiados recuerdos de él. En cuanto encuentran una grieta, por pequeña que sea, van saliendo, uno tras otro, imparables. Soy incapaz de detener esa fuga.

Tampoco entiendo por qué me escogió como amiga. Yo era una persona corriente a quien le gustaba estar a solas leyendo o escuchando música. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz. Tenía un único propósito; tratar de no tomarme las cosas a pecho, mantener la debida distancia con el mundo. Nada más.

A mi alrededor, hacía tiempo que todos habían emprendido la marcha, y yo y mi tiempo seguíamos arrastrándonos con torpeza. En algo tenía que pensar, pero no sabía cómo empezar. A decir verdad, no me apetecía pensar en nada. Decidí que ya llegaría el momento en que me sentiría impelido a hacerlo y que entonces lograría pensar con calma. Ahora no quería pensar en nada. 




- No soy buena en nada. Pero sí hay cosas que me gusta hacer.
- ¿Cuáles?
- Ir de excursión, nadar, leer.
- Veo que te gusta la soledad. Te gusta viajar sóla, comer sóla, sentarte en las clases sóla, apartada de la gente.
- A nadie le gusta la soledad. Pero no me interesa hacer amigos a cualquier precio. No estoy dispuesta a desilusionarme. No me gusta depender tanto de las personas. A veces me siento muy sola, pero afronto la vida con ánimo… yo me doy cuerda a mí misma. Quizá me estoy volviendo loca. No puedo seguir así eternamente. Tengo que hacer algo. Esperar es duro.
- Tengo la sensación de que todos tus problemas son psicológicos. Si no  quieres acabar en un manicomio, abre tu corazón y abandónate al curso natural de la vida. Las cosas fluyen hacia donde tienen que fluir…
- Me divierte mucho más escucharos a vosotros que hablar. Tal vez mi corazón esté recubierto por una coraza y sea imposible atravesarla. Por eso no puedo querer a nadie, ni puedo acostarme con quien quiera cuando quiera. Tampoco tengo el don de la palabra. No tengo novio, ni perspectivas de futuro,…
- ¿No has estado nunca enamorada?
- No. No es sólo culpa mía. Me refiero a que yo sea tan poco afectuosa. Y lo reconozco. Pero si ellos…, si mi padre y mi madre…, si ellos me hubiesen querido un poco más, yo, por mi parte, ahora sentiría de otra forma. Y estaría mucho, pero que mucho más triste.
- ¿Crees que no te quisieron demasiado?
- Yo diría que entre un <<no lo suficiente>> y un <<nada de nada>>.
- Cuando uno está rodeado de tinieblas, la única alternativa es permanecer inmóvil hasta que sus ojos se acostumbren a la oscuridad. Piensa que la vida es como una caja de galletas. En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te gustan, y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo, cuando lo estoy pasando mal, siempre pienso: << Tengo que acabar con esto cuanto antes y ya vendrán tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas>>.

Haruki Murakami

lunes, 11 de julio de 2011

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo

Si no tienes nada que hacer, los pensamientos te van llevando cada vez más lejos. Te llevan tan lejos, que llega un punto en que ya no puedes seguirlos: ¿Qué demonios quería? ¿Adónde quería ir? O, ¿adónde no quería ir? Nada consume tanto a una persona como los esfuerzos innecesarios y absurdos.

Tenía la impresión de que necesitaba tiempo para pensar. No te lo puedo decir, ni yo mismo lo sé bien. Cuando uno se acostumbra a no conseguir nunca lo que desea, ¿sabes qué pasa? Que acaba por no saber incluso lo que quiere. Pero, que no supiese qué es lo que quería hacer no quiere decir que no quisiera hacer nada. Tenía treinta años, había hecho un parón en mi vida y no podía precisar la idea. No podía convertirme en otra persona, ni quería hacerlo. No sé explicarlo con exactitud, pero es una especie de cuestión de prioridades en la vida.



Sintiéndome cada vez más solo, más desorientado, más impotente. El problema era que nadie me necesitaba. Pero, pese a estar solo, no era infeliz. Podía aferrarme a mi persona. Al menos, en ese momento me tenía a mí mismo. Pero nadie lo comprende. No debo explicarme bien, pero es que los demás tampoco me escuchan. Fingen hacerlo, pero no escuchan de verdad. Por eso, a veces, me impaciento muchísimo y acabo haciendo cosas sin ton ni son.

Así que me decidí a esperar. Esperar no es fácil. Es mucho más duro de lo que imaginas. Quedarte solo con los problemas medio resueltos, sin saber si llegarás a alguna parte. Esperando. Lo que me gustaría hacer, en realidad, si pudiera, es dejarlo todo e irme… sabía que debía marcharse lo antes posible. Empecé a pensar, que en algún lugar debía de haber un mundo y un modo de vida adecuados para mí.

Ojalá pudiera dejar de pensar, de desear cualquier cosa…de reflexionar.

¡Por favor, no me hagas soñar! Aunque sólo sea hoy, permite que mi sueño sea sólo un vacío.

Haruki Murakami