miércoles, 14 de septiembre de 2011

El pajarito blanco

Aquellos fantasmas me hacían sudar en la cama, aunque apenas me inquietaban durante el día. Se me ocurrían las ideas más maravillosas y encantadoras para mi triste libro. Además, siempre me llegaban a primera hora de la noche, cuando aún no me había dormido del todo. Pero en cuanto me levantaba de la cama, desaparecían y echaban a volar como pájaros asustados. Retazos inconexos que depositaba en mi cuaderno rojo. 

¿Os habéis dado cuenta de la forma de contar un cuento? Primero, yo se lo cuento a él, luego él me lo cuenta a mí; nuestra manera de entenderlo es muy distinta. Luego se lo vuelvo a contar, pero con sus añadidos, y luego él hace lo mismo, hasta que llega un momento en que no se sabe si el cuento es mío o suyo. Esa era mi manera de escribir. Cuentos sin moraleja.

Como aquel pensamiento… y pensarlo ya es tan bueno como tenerlo. 

"Ojos que me miran y dicen jamás, nariz que me dice ¿por qué no? Y una boca que me confiesa: si pudieras…" 



Ya he hecho un viaje demasiado rápido desde los pensamientos efímeros a la inquietud. Puede que estos recuerdos solo sean un viejo truco.

Es posible que yo me hiciera demasiadas preguntas. Quizá por esa razón la perdí. Se cansó de mí en cuanto me llegó a conocer bien. Les pasa a todas, ¿sabéis? Debí de tener una infancia muy solitaria por mi ignorancia en cuestiones amorosas. 

El caso es que con el tiempo algunos hombres aprendemos humildad; y yo he acumulado en mi interior un enorme deseo de afecto y no tengo a nadie a quién ofrecérselo. Me han rechazado, como un saco de cartas de amor que te devuelven sin tener ningún regazo donde arrojarlas. Las escribí para otra mujer, y, sin embargo, espero que encuentres en ellas algo acerca de tí.


James Matthew Barrie

martes, 6 de septiembre de 2011

Kafka en la orilla

Sus verdaderos sentimientos, si es que los tenía, no los mostraba jamás. Hablaba poco, solía dejar hablar a su interlocutor. Y, cuando decía algo, no soltaba más que una frase.  No estaba acostumbrado a abrirle su corazón o a explicarle sus sentimientos a nadie. Porque, ya se sabe: cuesta mucho decir las cosas que importan de veras. Y también es difícil distinguir la realidad de los sentimientos.

Estaba acostumbrado a la soledad. Es difícil juzgarse a uno mismo, pero tenía claro que una cosa es ser tonto, y algo muy distinto, estar loco. No se trata de ser inteligente o no. Él no lo era demasiado. Sólo que tenía sus propias ideas. Porque, ¿sabes?, si intentas pensar por ti mismo, te quedas solo.

No era fuerte, ni tampoco independiente. Sólo que la realidad le había empujado, a la fuerza, hacia delante. Tampoco había tenido amigos durante muchísimo tiempo. Aparte de los recuerdos. Pero los recuerdos nunca sabes hasta cuándo vas a tenerlos, y tampoco, ya de por sí, lo sólidos que son.

Pero, ¿por qué era así? Son las cualidades, no los defectos, las que arrastran al hombre a la tragedia.

Con niños que tienen talento y, justamente porque lo tienen, los adultos que los rodean les van poniendo el listón cada vez más alto. Y suele pasar que esos niños, agobiados por los problemas reales que les planten, vayan perdiendo regularmente el entusiasmo y la alegría lógicos ante la meta superada. Los niños que se encuentran en esos ámbitos pronto acaban encerrándose en sí mismos, escondiendo sus emociones genuinas. Y hace falta mucho tiempo y esfuerzo par lograr abrir de nuevos sus corazones. La mente de los niños es muy maleable y se puede moldear de muchas maneras. Pero una vez que se ha moldeado y endurecido cuesta mucho volver atrás. En la mayoría de los casos es imposible.

Podría decirse que su vida se detuvo a los veinte años, quizá mucho antes. Las agujas del reloj sepultado dentro de su alma se detuvieron justo alrededor de aquel punto. Por supuesto, el tiempo fuera de su alma ha seguido su marcha. Y es que en la vida de los hombres hay un punto a partir del cual ya no podemos retroceder. Y, en algunos casos, existe otro a partir del cual ya no podemos seguir avanzando. Y, cuando llegamos a ese punto, para bien o para mal, lo único que podemos hacer es callarnos y aceptarlo. Y seguir viviendo de esta  forma.


Con el tiempo, el hecho de escribir había sido importante. Aunque para él, lo que había escrito, como resultado, no tuviera ningún sentido. En cuanto la historia se complicaba un poco, iba y ponía pies en polvorosa. Nunca consiguió llevar nada hasta el final. Ése fue su problema. Y nadie quiere leer un libro que no tenga conclusión, ¿verdad?

Sin embargo, hay obras que poseen cierto tipo de imperfección que cautiva el corazón de las personas justamente por eso, por ser imperfectas. Bueno, como mínimo el corazón de cierto tipo de personas. Y eso se debe a que esa obra posee un poder de atracción del que carecen otras obras perfectas.



Tú has descubierto esa obra. O, dicho de otra manera, esa obra te ha descubierto a ti.

Al final, todo pasó de largo como una exhalación, sin dejar nada atrás. Sólo las cicatrices de las cosas que  habías despreciado o echado a perder. Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando esto en forma de recuerdos.

Y sin embargo, no se han disipado ni tu miedo ni tu ira ni tu inseguridad. Siguen dentro de ti, torturando sin cesar tu corazón. Estás perdido en el laberinto del tiempo. Y el problema más grave es que tú no tienes ganas en absoluto de encontrar la salida.


Haruki Murakami

martes, 2 de agosto de 2011

Tokio blues (Norwegian wood)

¡Hay tantas cosas que quiero contarte, tantas cosas que quiero expresarte! Pero no sé como plasmarlas por escrito. Cuando intento decir algo, sólo se me ocurren palabras que no vienen a cuento o que expresan todo lo contrario de lo que quiero decir. Y, si intento corregirlas, me lío aún más, y más equivocadas son las palabras, y a final acabo por no saber qué quería decir al principio. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito. Lamento no poder explicarme mejor, pero creo que tú sabrás comprender lo que trato de decir. Tal vez eres la única persona capaz de comprenderlo.


Pienso en el tiempo perdido. La memoria es algo extraño. Conservo un decorado sin personajes… recuerdos incompletos… imperfectos.
Aquel chico vivía llevando a cuestas su particular infierno. Tenía un humor variable. Por ejemplo, tan pronto hablaba por los codos como estaba deprimido. Pese a tener muchas virtudes, nunca confió en sí mismo. ¿Acaso hay algún ser humano que no dude y no se sienta herido? Pero no llegó a comprender que lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales.

En las noches de insomnio me asaltan diferentes imágenes suyas. No puedo evitar que acudieran a mi memoria. En mi corazón se han acumulado demasiados recuerdos de él. En cuanto encuentran una grieta, por pequeña que sea, van saliendo, uno tras otro, imparables. Soy incapaz de detener esa fuga.

Tampoco entiendo por qué me escogió como amiga. Yo era una persona corriente a quien le gustaba estar a solas leyendo o escuchando música. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz. Tenía un único propósito; tratar de no tomarme las cosas a pecho, mantener la debida distancia con el mundo. Nada más.

A mi alrededor, hacía tiempo que todos habían emprendido la marcha, y yo y mi tiempo seguíamos arrastrándonos con torpeza. En algo tenía que pensar, pero no sabía cómo empezar. A decir verdad, no me apetecía pensar en nada. Decidí que ya llegaría el momento en que me sentiría impelido a hacerlo y que entonces lograría pensar con calma. Ahora no quería pensar en nada. 




- No soy buena en nada. Pero sí hay cosas que me gusta hacer.
- ¿Cuáles?
- Ir de excursión, nadar, leer.
- Veo que te gusta la soledad. Te gusta viajar sóla, comer sóla, sentarte en las clases sóla, apartada de la gente.
- A nadie le gusta la soledad. Pero no me interesa hacer amigos a cualquier precio. No estoy dispuesta a desilusionarme. No me gusta depender tanto de las personas. A veces me siento muy sola, pero afronto la vida con ánimo… yo me doy cuerda a mí misma. Quizá me estoy volviendo loca. No puedo seguir así eternamente. Tengo que hacer algo. Esperar es duro.
- Tengo la sensación de que todos tus problemas son psicológicos. Si no  quieres acabar en un manicomio, abre tu corazón y abandónate al curso natural de la vida. Las cosas fluyen hacia donde tienen que fluir…
- Me divierte mucho más escucharos a vosotros que hablar. Tal vez mi corazón esté recubierto por una coraza y sea imposible atravesarla. Por eso no puedo querer a nadie, ni puedo acostarme con quien quiera cuando quiera. Tampoco tengo el don de la palabra. No tengo novio, ni perspectivas de futuro,…
- ¿No has estado nunca enamorada?
- No. No es sólo culpa mía. Me refiero a que yo sea tan poco afectuosa. Y lo reconozco. Pero si ellos…, si mi padre y mi madre…, si ellos me hubiesen querido un poco más, yo, por mi parte, ahora sentiría de otra forma. Y estaría mucho, pero que mucho más triste.
- ¿Crees que no te quisieron demasiado?
- Yo diría que entre un <<no lo suficiente>> y un <<nada de nada>>.
- Cuando uno está rodeado de tinieblas, la única alternativa es permanecer inmóvil hasta que sus ojos se acostumbren a la oscuridad. Piensa que la vida es como una caja de galletas. En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te gustan, y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo, cuando lo estoy pasando mal, siempre pienso: << Tengo que acabar con esto cuanto antes y ya vendrán tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas>>.

Haruki Murakami

lunes, 11 de julio de 2011

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo

Si no tienes nada que hacer, los pensamientos te van llevando cada vez más lejos. Te llevan tan lejos, que llega un punto en que ya no puedes seguirlos: ¿Qué demonios quería? ¿Adónde quería ir? O, ¿adónde no quería ir? Nada consume tanto a una persona como los esfuerzos innecesarios y absurdos.

Tenía la impresión de que necesitaba tiempo para pensar. No te lo puedo decir, ni yo mismo lo sé bien. Cuando uno se acostumbra a no conseguir nunca lo que desea, ¿sabes qué pasa? Que acaba por no saber incluso lo que quiere. Pero, que no supiese qué es lo que quería hacer no quiere decir que no quisiera hacer nada. Tenía treinta años, había hecho un parón en mi vida y no podía precisar la idea. No podía convertirme en otra persona, ni quería hacerlo. No sé explicarlo con exactitud, pero es una especie de cuestión de prioridades en la vida.



Sintiéndome cada vez más solo, más desorientado, más impotente. El problema era que nadie me necesitaba. Pero, pese a estar solo, no era infeliz. Podía aferrarme a mi persona. Al menos, en ese momento me tenía a mí mismo. Pero nadie lo comprende. No debo explicarme bien, pero es que los demás tampoco me escuchan. Fingen hacerlo, pero no escuchan de verdad. Por eso, a veces, me impaciento muchísimo y acabo haciendo cosas sin ton ni son.

Así que me decidí a esperar. Esperar no es fácil. Es mucho más duro de lo que imaginas. Quedarte solo con los problemas medio resueltos, sin saber si llegarás a alguna parte. Esperando. Lo que me gustaría hacer, en realidad, si pudiera, es dejarlo todo e irme… sabía que debía marcharse lo antes posible. Empecé a pensar, que en algún lugar debía de haber un mundo y un modo de vida adecuados para mí.

Ojalá pudiera dejar de pensar, de desear cualquier cosa…de reflexionar.

¡Por favor, no me hagas soñar! Aunque sólo sea hoy, permite que mi sueño sea sólo un vacío.

Haruki Murakami

miércoles, 4 de mayo de 2011

El tobogán

Ya comienzo a notar
una aceleración ajena de los años.
No digo que presienta la vejez 
(aunque la veo)
ni inventaré precoces experiencias.
Es algo diferente:
un vislumbre borroso, una antesala
del tobogán, siempre más corto
de lo que le niño desearía
y más veloz de lo que el hombre espera.

Si ya he dejado atrás al niño
(quizá lo cargo a hombros)
hoy tengo frente a mí al hombre que seré.
Soy, como dicen, joven, y no obstante
ya comienzo a notar esta aceleración
extraña, que no es mía, que es del tiempo
y planea arrastrarme, sin consultar conmigo,
hasta un parque de arena y hierba seca
donde, obligado a ser el niño que dejé,
subo la escalerilla y caigo
al encuentro del hombre que me espera,
familiar, con los brazos abiertos.



Andrés Neuman

lunes, 14 de febrero de 2011

El gran Gatsby

 Había pasado, visiblemente, por dos estados, y entraba ahora en un tercero. Tras la confusion e irrazonado gozo, me sentía consumido de admirativa placidez ante la amada presencia. Alimenté este sueño durante tanto tiempo, soñé tanto en ella, esperando con los dientes apretados, por así decirlo, bajo un inconcebible grado de intensidad... Al reaccionar ahora, corría como un reloj con demasiada cuerda. Pero soy lento en el pensar, estoy lleno de normas interiores que actúan como frenos sobre mis deseos.



Treinta años... Promesa de una década de soledad, una lista más reducida de amigos solteros, una cartera cada vez más delgada, indicios de calvicie... Su pálido rostro se apoyó perezosamente sobre mi hombro, y el formidable tañido de los 30 años se apagó a la tranquilizadora presión de su mano. Comprendía a uno hasta el límite en que uno deseaba ser comprendido, creía en uno como quisiera creer en sí mismo, y aseguraba que se llevaba la mejor impresion que uno quisiera producir.

Francis Scott Fitzgerald

domingo, 13 de febrero de 2011

El lobo estepario

¿Cómo no había yo de ser un lobo estepario y un pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos fines comparto? Un lobo estepario perdido entre vosotros, sintiendo nostalgia por un hogar del que carezco, con el vehemente afan de dotar de un nuevo sentido a la vida del hombre que ha perdido el que tenía.
¿Cómo había venido esto tan lenta y solapadamente sobre mí, esta paralización, este cerrazón de todos los sentimientos, este maligno y profundo fastidio, este infierno miserable de la falta de corazón y de la desesperanza? Tan pronto estaba yo en el cielo como en el infierno, la mayoría de las veces en los dos sitios a un tiempo.
Decidí infundirme algo de valor y de humor bebiendo, pero esta vez tampoco el vino me hacía bien. En otras ocasiones bastaba el narcótico primitivo de una botella de vino de la tierra para poder irme por una noche más a mi cama solitaria y para poder aguantar la vida por otro día más. 



Y entonces volví a reconocer a la casualidad como mi destino.
Pobre hombre. Mira sus ojos. No sabe reír. Esperando lo suyo de la suerte y del buen tiempo. El mundo te rechaza, tienes para él una dimensión de más. Por lo general, los animales son tristes. Y cuando un hombre está muy triste porque alguna vez por un momento se da cuenta de cómo es todo, cómo es la vida entera y está justamente triste, entonces se parece siempre un poco a un animal; entonces tiene un aspecto de tristeza, pero es más justo y más hermoso. Me necesitas para aprender a bailar, para aprender a reír, para aprender a vivir.

Había aprendido mucho de lo que las personas con buen entendimiento pueden aprender, y era un hombre bastante inteligente. Pero lo que no había aprendido era una cosa: a estar satisfecho de mí mismo y de mi vida. ¿Acaso no habría sido auténtico nunca, ni habría estado vivo jamás? Una vida fácil, un fácil amor, una muerte fácil, no eran cosas para mí. Meditar una hora, entrar un rato dentro de mí e inquerir hasta que punto tiene uno parte y es corresponsable en el desorden y la maldad del mundo, mira, eso no lo quiere nadie. Y era precisamente lo que yo hacía.

Pero, del mismo modo que los hechos aparentes, también pertenece a la eternidad la imagen de cualquier acción noble, la fuerza de todo sentimiento puro, aun cuando nadie sepa nada de ello, ni lo vea, ni lo escriba, ni lo conserve para la posteridad. Somos soñadores, desengañados,... somos personas que esperan llegar a ser amigos.

Era un lobo estepario que necesitaba despertar a la vida; y ahora dejaba vivir y crecer a este otro trozo de mi persona, libre de todas las otras figuras de mi yo, no turbado por el pensador, no martirizado por el lobo estepario, sin cohibir por el poeta, por el soñador, por el moralista. Había desperdiciado y evitado casi todas las ocasiones, había pasado por encima de ellas, para aullar luego solo en la noche tristísima, triste y receloso.


Sin embargo, tenía el propósito de recorrer una y muchas veces más el infierno de mi interior.

Hermann Hesse

martes, 11 de enero de 2011

La montaña del alma

Hoy no sabes qué impulso te animará mañana, a ti que tienes bien aprendido todo lo que es menester aprender, ¿qué vas a seguir buscando? Llegado a la edad madura, ¿no deberías llevar una vida tranquila, cumplir sin prisas tu tarea en un puesto ni demasiado bajo ni demasiado alto, hacer tu papel de marido y de padre, instalarte en un mullido nido, ahorrar en el banco un poco de dinero que daría su fruto con el paso de los meses y que te dejaría un pequeño capital que, además de servirte para tu vejez, podrías luego legar?
No sabes amar, has perdido la capacidad de actuar. En el fondo, llevas una vida tediosa, ningún destello viene a turbar tu vida banal, ninguna pasión, no haces sino aburrirte. ¿Tienes aún la intención de volver a empezar tu vida, de conocer, de experimentar?


Hubiera tenido que abandonar hace ya mucho tiempo mi entorno polucionado y volver a la naturaleza en busca de una vida auténtica. Siempre he sentido ganas de ir al bosque primitivo, sin que sepa muy bien por qué me atrae tanto.


¿Qué sentido tenía este tipo de experiencia? Si era únicamente para huir de las dificultades que encontraba, había un medio aún más fácil. ¿Pensaba acaso descubrir otra vida? Alejarme lo más posible del mundo terriblemente aburrido de los humanos. Dado que huía del mundo, ¿para qué comunicarme con los hombres? La verdadera preocupación nacía de que no sabía lo que andaba buscando. ¡Demasiada reflexión, lógica, sentido! La vida misma no obedece a ninguna lógica, ¿por qué querer inferir su significado a fuerza de lógica? Y luego, ¿qué es la lógica? Yo creo que debería apartarme de la reflexión, pues ésta es la raíz de mi mal.


[...]

No sentía una despreocupación semejante desde hace mucho tiempo. Ya no tengo ninguna necesidad de pensar, dejo vagar mi espíritu

Gao Xingjian