martes, 7 de mayo de 2013

Hablar solos

I

Eso fue lo que me enamoró de él: que además de las palabras, maneja los silencios. Hay hombres que hablan genial, conozco a muchos. Pero casi ninguno sabe callarse. La mayoría de mis amigas identifica al tipo duro con el tipo silencioso. Me parece un malentendido cinematográfico. Las peores rudezas masculinas que he presenciado han sido insoportablemente verbales. En voz bien alta.
Él sólo me mira y, de vez en cuando, esboza una sonrisa. Diría incluso que hay cierto amor en ese silencio suyo. Porque hacerse compañía no consiste en presenciar grandes momentos. La verdadera compañía es lo otro. Compartir un sincero no hacer nada.
Lo irresistible es su convicción. Que me empuja a ignorar mis propios defectos. Eso es fundamental en la cama con un hombre. No lo que yo vea en su cuerpo: lo que él logre que yo vea en el mío. Con él me adoro.



II

Quizá sin darnos cuenta, vamos buscando los libros que necesitamos leer. O los propios libros, que son seres inteligentes, detectan a sus lectores y se hacen notar. En el fondo todo libro es el I Ching. Vas, lo abres y ahí está, ahí estás.

Historias, historias, historias. Refugios, desvíos, atajos. Mis nervios se calman con la lectura. Falso. No se calman: cambian de dirección.

Siempre he creído que los libros, todos, hablaban de mi vida. Cuando un libro me dice lo que yo quería decir, siento el derecho a apropiarme de sus palabras, como si alguna vez hubieran sido mías y estuviera recuperándolas. La más simple estudiante, cuando se enamora, tiene a Shakespeare o a Keats para hablar por ella... digamos Garcilaso, Bécquer, Neruda,…


III

Existen dos tipos de alienación: la del trabajador explotado y la del trabajador de vacaciones. El primero no puede pensar, le falta tiempo. El segundo sólo puede pensar, y esa es su condena.
Yo no paro de pensar ni siquiera dormida. Mi estado habitual es esta mezcla de falta de descanso e incapacidad para descansar. Así que escribo. Busco responsabilidades porque no puedo hacerme responsable de mí. Hacer para no pensar, para no pensar qué hacer.

Andrés Neuman

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